martes, mayo 08, 2007

El tiempo es desde siempre un tema que ha cautivado a los hombres. Podemos verlo desde el punto de vista de la Teoría especial y general de la relatividad, o hasta el concepto que el propio san Agustín tiene de él. Sin duda la cuarta dimensión es algo que mantiene a eruditos y los no tanto ocupados en algún momento de sus vidas. ¿Es realmente el tiempo lo que sucede, o soy yo el que sucedo? A mí me cautivó el tiempo desde bien escuincle. He de declararme fan de Back to the future I, II y III. Pero es ahora cuando veo en el tiempo una grandeza más ingente que los océanos. Ha algunos años en que yo deseaba estudiar la licenciatura en física para solventar estos problemas existenciales. La vida me llamó por otros caminos donde, de nuevo, el tiempo se hace presente. Existe, por ejemplo, el tiempo cíclico, antigua forma de ver el tiempo para muchos pueblos, verbigracia: los mayas. (Por cierto, qué buena película fue aquella de Apocalypto. Al verla sentí que todos mis esfuerzos y estudios por comprender la cosmogonía maya dieron resultados. Siempre he sostenido que esa película está tan bien hecha que, si alguien del staff de grabación hubiera cavado a la entrada de las chozas, hubiera encontrado osamentas humanas. Tan al detalle creo que está hecha.) Los tiempos diegéticos (intra o extra), los tiempos poéticos, los tiempos de respiración, lectura, escritura... Todo se resume en ritmos. Ya lo dijo Paz: «Como en el mito, en el poema cotidiano sufre una transmutación: deja de ser sucesión homogénea y vacía para convertirse en ritmo[1]».
El tiempo se transforma en ritmo que lo es todo. Desde antes del hombre el ritmo, es decir el tiempo, ya imperaba en el universo. Han venido grandes como Heidegger (El ser y el tiempo) para tratar de vislumbrar lo más recóndito del tiempo —y no sólo eso, sino la complicada relación de éste con el ser. En lo personal Heidegger me dejó más confundido que aclarado. Pero en todas las épocas el tiempo se nos revela por sus posibles e imposibles paradojas. (¿Habré escrito una paradoja en esto último? Pues aprovechando: v. "Imagen" op. cit.)
Que qué pasará si viajo en el tiempo y mato a mi abuelo antes de que se tire a mi abuela —¿o me la tire yo a ella? ¿Hay dimensiones paralelas hasta el infinito? ¿Qué tan cíclico es el tiempo? ¿Es lineal? ¿Es cierto que la masa lo afecta?
Hay por allí un mito (¿mito, ritmo, tiempo?) que nos habla de Ourousbourus: la serpiente que se muerde su propia cola. ¿Acaso ésta será paradoja? Por suerte para nosotros las paradojas las podemos razonar a través de imágenes (conceptuales o gráficas). Y es por eso que un apartado del mundo del tiempo, se nos revela con facilidad en la poesía: ser colmado de imágenes poéticas, ¿o debería decir tiempo poéticos? ¿Se valdrá la yuxtaposición de términos? Yo digo que sí. Pero como esto es ping pong sin reta, al parecer me he aburrido de nuevo por la falta de interlocución. Mas no desdeperéis: los dejaré con un poema para que ustedes infieran, razonen y filosofen por propia cuenta a ver si coincidimos.

Arcano

A César Antonio López
“Madera y trazos tan nuevos como sempiternos.”

Madera errante,
ahíta de siglos;
tan dura como elástico
es el tiempo:
inexorable.
Te desbordas más allá del mar
y luego te constriñes
en un día.
Tu continente te da
forma de un segundo:
rígido y flexible:
cambiante.
Una línea se descubre
en tu rostro,
te recorre la cintura
hasta tus faldas:
te devela:
eres toda líneas,
toda curvas,
toda llena
de fracciones todas:
un segundo, y por tal,
natural segundo
naturalmente cambiante.
En pocas horas te
transformas en
un día, semanas, meses;
y al cabo del fluir
ya tienes un siglo
más de líneas.
Más que líneas,
venas con fluir eterno
de la vida,
flujo entreverado
de madejas enredadas:
plexo constante,
constancia efímera:
suspiro de un segundo
que recorre vuelto flecha
los nudos y las curvas
de tu rostro, Madera vieja:
Madera errante de mundos
y de fondos:
sapiencia...

...en tus trazos
ahítos de siglos...

Francisco Puente




[1] Octavio Paz. El arco y la lira. "El ritmo". FCE.

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